A continuación hablaremos de los efectos que la mala alimentación produce sobre nuestra conducta, y principalmente el cómo afecta a nuestras funciones cerebrales.
Hoy en día se sabe que la alimentación puede controlar si los genes son operativos o no, en otras palabras, si están encendidos (se expresan), o si están apagados (no se expresan), y estamos descubriendo que se puede modificar la alimentación del niño, o de la madre, y puede afectar a la vida del niño desde ese momento en adelante, tanto negativa como positivamente, reduciendo el riesgo de padecer enfermedades concretas, como el cáncer de mama, o reduciendo la hipertensión en la madurez por aquello con lo que alimentas a tu niño/a, incluso en el útero.
Pero vamos a concentrarnos en los efectos de la alimentación sobre las funciones cerebrales.
Sabemos que el cerebro usa una cantidad enorme de energía. El cerebro es la única parte del cuerpo cuyo metabolismo y funciones nunca se detienen completamente.
El metabolismo del cerebro nunca se reduce significativamente. Si das dosis masivas de fenobarbitona (usado para combatir las convulsiones y la ansiedad), pones a la gente en un coma extremadamente profundo, en el cual, se debe controlar su respiración. Con esto solo puedes reducir el metabolismo cerebral un 50%. Así que la gente que está en coma profundo, aun tienen un metabolismo bastante elevado en su cerebro.
Debido a que el cerebro metaboliza los nutrientes tan rápidamente, se producen muchos radicales libres y residuos de peroxidación lipídica. Eso significa que se empiezan a oxidar las distintas partes del cerebro, lo cual es dañino. Ahora empezamos a darnos cuenta de casi todas las afecciones neurológicas, que de alguna manera remiten a esto. Ya sea Alzhéimer, Parkinson, la enfermedad de Lou Gherid (ELA),…
Todas estas enfermedades se caracterizan por una elevada producción de radicales libres, procesos elevados de peroxidación lipídica, lo cual empieza a destruir la estructura del cerebro, sus conexiones, las células, y altera las mitocondrias y el ADN. Las consecuencias de eso son que, a menos que se reemplacen esas partes dañadas, las funciones cerebrales empiezan a empeorar más y más.
Sabemos que los efectos sobre el cerebro no son uniformes, algunas partes son más sensibles que otras. Solo para daros un ejemplo de cuan metabolitamente activo es el cerebro, sabemos que consume el 20% de todo el oxigeno en la sangre, el 25% de toda la glucosa en la sangre y aun así, representa solo el 2% del peso corporal. Así que hay una enorme fabrica metabólica funcionando en todas estas células cerebrales.
La otra cosa que es importante recordar, es que igual que todas las partes de nuestro cuerpo, el cerebro está siendo reemplazado constantemente.
Cada componente del cerebro es reemplazado, y algunos tardan años, otros décadas, pero estamos descubriendo que algunos de los componentes más importantes, principalmente los ácidos grasos omega-3 como el DHA, se reemplazan muy rápidamente, en un par de semanas, aproximadamente. Y lo que esto significa, es que si tienes una carencia de éstos, el cerebro empieza a cambiar su estructura muy rápidamente, de modo que no puede funcionar porque le falta uno de sus componentes vitales, y solo se necesitan unas dos semanas de carencia para que eso se produzca.
.- Uno de los primeros escritos que aseguraba que podía haber una conexión entre lo que se come y la conducta, fue del doctor George Gould, en 1910. Vemos por tanto, que esto no es del todo nuevo.
.- Y luego, en 1935, se descubrió que la hipoglucemia, azúcar bajo en sangre, podía imitar muchas de estas graves afecciones neurológicas y psicológicas, como la neurosis de ansiedad, histeria, neurastenia, e incluso la psicosis podía ser imitada por gente con hipoglucemia.
.- Luego, en 1973, los doctores Wendel y Beeb, descubrieron que había un 74% de incidencia de hipoglucemia en personas con esquizofrenia, el tipo de esquizofrenia asociada con ansiedad. En otras palabras, una esquizofrenia muy hiperactiva. Casi ¾ de ellos, eran hipoglucémicos, y veremos lo que esto hace.
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Déficit de atención en los niños
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Las grasas y procesos de aprendizaje
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